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El Perdón es la llave de la liberación​

¿Cómo es esto?

Jesucristo dijo:
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.  Mateo 6:14‭-‬15

Si nosotros perdonamos las ofensas a otros, tenemos derecho también de recibir perdón de Dios. Si no lo hacemos, no podemos acceder a esa gracia divina.

Cuando guardamos rencor y no perdonamos, nos convertimos en esclavos de la amargura, depresión, de la ira y tantos otros sentimientos que nos pueden generar malestar físico, psíquico, emocional y espiritual.

 

 

Cuando guardamos rencor, estamos reviviendo los mismos sentimientos de dolor, decepción, ira, una y otra vez, preguntándonos y tratando de entender, cómo esa persona pudo ser capaz de hacernos ese daño.

Ese dolor nos puede llevar a desearle mal a la otra persona, a maldecirlo, y a tener incluso, pensamientos de venganza.

Literalmente, al no perdonar al ofensor, lo metemos en una cárcel espiritual. (Mateo 18:29-30)

Por otro lado, aquel que no perdona, es atormentado por los «verdugos» (demonios).
(Mateo 18:34-35)

Así, la falta de perdón se torna en una atadura tanto para el ofendido como para el ofensor.

Solo al perdonar de todo corazón, puedes ser libre de esa atadura espiritual.

Y no sólo de esa, sino de muchas otras, de las cuales no has podido ser libre ni acceder a la gracia de Dios.

Muchas veces no podemos recibir lo que pedimos en oración, por albergar rencor.

Perdonar, no quiere decir que se le de indulto al agresor, las consecuencias van a llegar. Dios paga a cada quien conforme a sus obras.

Y si la ofensa ha faltado incluso a las leyes terrenales, pues por la misma ley tendrá que ser juzgado.

Sin embargo, al perdonar, habrás librado tu alma.

Aprendamos a vivir en un estado de perdón constante.
Has del perdón parte de tu estilo de vida. Y toma la decisión de perdonar no sólo ofensas pasadas, sino también las futuras.

Las personas nos pueden fallar una y otra vez. La única forma de no sufrir repetidamente, es perdonando a la persona, aún antes de cometer la ofensa.

Es así como Dios nos perdona. En la cruz, nuestro Señor Jesucristo, ya nos perdonó pecados pasados, presentes y futuros.

Y sabemos que al acercarnos en arrepentimiento, podemos acceder a esa gracia y recibir su amor.

El perdón, no es algo que se merece, es por gracia.

 

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